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martes, 28 de abril de 2020

El mito de Virabhadrasana o las posturas del Guerrero

De todas las divinidades del panteón hindú, que no son pocas, las más queridas por los yoguis y las yoguinis son seguramente, la pareja Shiva/Parvati o Shiva/Shakti, que, en términos metafísicos, representan por un lado la Consciencia y por otro la Energía o Poder. Algunas veces se los representa como un solo ser, mitad Shiva, mitad Shakti, juntos son los dos aspectos que sostienen, crean, destruyen y dan vida al Universo. De hecho, cuenta la leyenda que el yoga llegó a los seres humanos a través del sabio Matsyendra que, convertido en pez, escuchó de escondidas a Shiva enseñarle los secretos del yoga a su esposa Parvati. De este modo la enseñanza divina llegó a nuestras mundanas manos y Shiva y su consorte fueron los guías y maestros de quienes la practicaban.
Al sabio Matsyendra se le dedican las posturas Matsyendrasana y Matsyasana, la torsión sentada y la postura del pez. Pero, en lo que simbología refiere, las más conocidas son las llamadas posturas del Guerrero I, II y III, o Virabhadrasana I, II y III, que precisamente tienen mucha relación con esta pareja fundacional a la que se atribuye el origen del yoga.

Cuenta la historia que Sati (Shakti), la hija menor del rey Daksha, desde muy niña sintió una inclinación especial por Shiva y le entregó su corazón, algo que no complacía a su padre, ya que este esgrimía unos valores muy conservadores, ajenos a la naturaleza libre de Shiva. Tanto era así que al swayamvara de Sati, ceremonia tradicional en la que se reunían los pretendientes a una doncella para su elección, Daksha invitó a todos los príncipes y devas exceptuando únicamente a Shiva. Sati, por su cuenta, movida por el amor, lanzó su guirnalda al aire, pidiendo a Shiva que la recibiera y éste apareció en medio de la corte con la guirnalda puesta, de modo que el rey Daksha no tuvo más remedio que permitir su unión, retirando, eso sí, cualquier afecto que pudiera quedar a su hija. Se dice que la feliz pareja fueron a vivir a la isla de Bhoga, o isla del placer, pero que un día el rey volvió a reunir a todos los reyes, príncipes y devas para un importante sacrificio (el de un caballo), de nuevo omitiendo a Shiva y a su hija en la convocatoria. Sati se sintió tan apenada y deseó tanto volver a ver a sus padres que convenció a Shiva para asisitir de todos modos. Al llegar el cruel Daksha empezó a burlarse de ella, por aparecer sin haber sido invitada y a insultarla a ella y a su marido. Tanto enfureció y dolió esto a Sati que se prendió fuego por su propio yogagni, su fuego interior (en otra versión del mito se sienta a meditar e igualmente prende en llamas).
Al enterarse Shiva de lo sucedido, preso de la ira y la tristeza, se arranca un mechón de su larga cabellera y lo golpea contra el suelo. Tanto Virabhadra, el feroz guerrero, como Rudrakali, la diosa destructora, nacen de este mechón y de la cólera de Shiva y son aspectos de este. Se dice que Virabhadra era realmente temible, alto y oscuro como nubes de tormenta, con tres ojos y cabello ardiente. Rudrakhali tiene su propia historia, que veremos más adelante. También se atribuye a Virabhadra ser el destructor de Ajñana, la ignorancia o falta de conocimiento. Así, esta encarnación de la furia de Shiva va en busca del rey Daksha para darle muerte y vengar a Sati. Las tres posturas que llevan su nombre representan respectivamente el momento en el que Virabhadra alza su espada (Guerrero I), apunta con ella a los presentes (Guerrero II) y finalmente decapita a Daksha (Guerrero III). 
Una vez Virabhadra ha sido reintegrado en Shiva, éste siente compasión por el mezquino rey y lo revive colocándole una cabeza de chivo. Sati, por su parte, reaparece en otro hermoso mito encarnada en Parvati y se reúne de nuevo con Shiva, pero esa es otra historia que merece ser contada en otra ocasión con más detalles.


Simbología e intepretación del mito:

Todos los mitos tienen infinidad de interpretaciones y ningún significado los agota, sin embargo podemos aventurar que, en este mito, el rey Daksha representa la mezquindad y la bajeza del ego, o aquél aspecto de la psique que sólo mira en propio beneficio, movido por el temor o por otros afectos primarios. Sati representa la pureza del corazón, el amor y la devoción, mientras que Shiva representa la consciencia o el aspecto más espiritual o elevado. Varios momentos de la historia pueden llamarnos la atención; el hecho de que Sati entre en llamas, por ejemplo. Hay que entender que el fuego, en la antigua India era un elemento fundamental en los ritos, sacrificios y prácticas espirituales. En cualquier templo (y aun hoy en día) había un fuego que no se apagaba nunca y, de igual modo, se consideraba que el fuego de la devoción, capaz de purificar el cuerpo y el alma (tapas) se hallaba en el interior de cada ser. Tan potente era el fuego interno de Sati que podemos entender que en su autocombustión le permite trascender este mundo demasiado cruel. La ira sublimada de Shiva, por otra parte, se transforma en un guerrero capaz de decapitar estos aspectos bajos y primarios del ego. No es una ira que remuerde o envenena, es una ira que se expresa y cobra la forma de una acción que es otro sacrificio. Finalmente Shiva siente compasión por la bajeza de ese ser, pero al colocarle la cabeza de animal, nos recuerda su aspecto instintivo y poco elevado. El mito nos habla de la necesidad de vivir desde los aspectos más elevados de nosotros mismos, aunque ello implique, de un modo más o menos crudo, más o menos evidente, hacer algún sacrificio, entendido éste como purificación o trascendencia de los aspectos bajos.


Las Asanas

Volviendo a nuestro Guerrero y sus tres momentos de acción, veamos ahora estas tres posturas tan queridas y practicadas en casi cualquier variante del hatha yoga. Las tres son posturas de pie y que nos conectan con nuestro poder interno. Es necesario un buen enraizamiento de los pies, se fortalecen las piernas para crear una base firme, se activan los tres primeros chakra o centros de energía, pues la fuerza de la tierra asciende por las piernas dando firmeza a la postura y activando el plexo. Desde el plexo, la energía se expande en el pecho y se dirige a través de los brazos.


Virabhadrasana I


Desde Tadasana o postura erguida, un pie da un gran paso hacia adelante y se flexiona la rodilla 90º. El pie de detrás se mantiene en el suelo, la pierna extendida, repartiendo el peso en ambos pies. La rodilla de delante se alinea entre el primer y el segundo dedo del pie, las caderas se igualan hacia adelante, tirando un poco la de la pierna de delante hacia atrás. El coxis se orienta hacia el suelo y se extiende la columna vertebral y los brazos hacia arriba, manteniendo los hombros bajos. Si es cómodo para las cervicales, también el mentón se eleva. La postura permite sentir la fuerza ascendiendo por las piernas y concentrándose en un solo rayo hacia arriba a través del eje del cuerpo y los brazos.


Virabhadrasana II



Desde Tadasana, de nuevo un paso hacia adelante, piernas alineadas el talón de delante con el arco del pie de atrás. La pelvis gira quedando orientada entre las piernas, mientras que la rodilla de delante se mantiene sobre el tobillo y creando un ángulo de 90º. Los dos pies se agarran bien al suelo, creando una fuerza hacia el centro. El torso recto, el coxis orientado hacia el suelo y los brazos se extienden hacia los lados con las palmas de las manos hacia abajo. La mirada hacia la mano de delante, tratando de que el torso se mantenga estable en su lugar y los hombros bajos. En esta postura la fuerza de las piernas y caderas asciende y se amplia por los brazos creando un horizonte, se expande el pecho y la respiración y se liberan los músculos de la espalda. En la medida de lo posible, la cara y el abdomen relajados.


Virabhadrasana III


Desde Tadasana o desde alguna de las otras variantes de Virabhadrasana, ahora el peso se va completamente sobre un pie, elevando hacia atrás la otra pierna e inclinando el torso hacia adelante hasta que pierna y torso quedan paralelos al suelo. Las caderas estables y a la misma altura, la espalda recta, y los brazos extendidos hacia adelante (aunque en algunas subvariantes la posición de éstos puede variar). Ambas piernas están activas, y también los glúteos y el abdomen para estabilizar la espalda, una mayor fuerza y equilibrio se requieren en esta postura para extender todo el cuerpo y dirigir la energía hacia adelante. Es recomendable alargar las exhalaciones.

Las tres son posturas que requieren preparación, sobre todo si queremos mantenerlas un tiempo, suelen incluirse dentro de la sesión de yoga después de haber hecho algunas posturas suaves o encadenamientos como Suryanamaskar (saludo al Sol) u otro. Después de realizarlas conviene bajar la energía y calmar el cuerpo con algunas otras posturas más suaves y/o respiraciones conscientes. Las dos primeras son bastante asequibles para principiantes, para la tercera hace falta un poco de práctica, pero siempre podemos ayudarnos de una pared e ir testeando el cuerpo, aproximándonos con cuidado y siempre mejor si es de la mano de un profesor o una persona con experiencia que nos pueda ayudar.

¡Feliz práctica!






sábado, 2 de junio de 2018

AVIDYA y el sueño de MAYA


Para comprender el objetivo de la meditación y del yoga, resulta muy interesante y casi necesario acercarnos a algunos de los conceptos importantes de la tradición hindú y budista, ambas provenientes de la cívilización védica o protovédica, sistemas filosóficos y espirituales con raíces tan antiguas como la humanidad misma.

Comprender los conceptos nos sirve de puente. Avidya esta formado por el prefijo negativo a- y la palabra vidya, que significa "ver, saber, comprender". Vidya deriva de la raíz porto-hindoeuropea weid, de la que también deriva el latín videre (ver) o el inglés wit. 
Aunque es bastante común que se traduzca avidya como ignorancia, muchos autores apuntan a que esta traducción no es adecuada, ya que avidya es más bien una no-sabiduría, un oscurecimiento de la percepción que genera una visión equibocada de la realidad. Señala la confusión fundamental entre lo permanente y lo impermanente que, según Patanjali, auntor del texto más clásico del yoga, los Yoga-Sutra,  es el principal obstáculo para el yoga (como estado de realización del ser). Aquél que vive en avidya cree que el mundo impermanente captado por los sentidos y proveniente de los estados mentales es la realidad última. El objetivo de la práctica del yoga es eliminar las perturbaciones de la mente para que ésta sea capaz de abrirse a la dimensión permanente del mundo, Espíritu o Dios.
Avidya es la contraparte de otro concepto muy importante en la tradición hindú, maya, que suele traducirse como ilusión, sueño o irrealidad y que hace referencia al cosmos creado y al mundo tal como lo vemos. Así como avidya refiere a una falta de comprensión desde el sujeto; maya se refiere al mundo fenoménico mismo como ilusorio. Sin embargo Maya tambiéne es una diosa y una fuerza creadora y milagrosa, madre de la propia muerte (Mritiu). Para algunos místicos esta manifestación es real. Cada persona u objeto físico, desde la perspectiva de la eternidad, es como una breve y perturbada gota de agua en un océano sin límites. La meta de la autorrealización espiritual es entender esto, sentir intuitivamente la diferencia entre el yo y el universo como una falsa dicotomía; puesto que la idea de que la conciencia y la materia física, o la mente y el cuerpo son cosas diferentes, es el resultado de una perspectiva no-iluminada, de avidya o de la mente oscurecida.

Los sistemas de conocimiento orientales son multidimensionales, los conceptos se conectan entre sí y nos hablan de distintos niveles de comprensión, desde el cosmológico, cómo es el mundo y la realidad y qué lugar ocupamos en él, hasta lo más práctico referente a la psicología y la salud en el día a día.
En los Yoga Sutra II.3 y II.4, Patanjali señala que los obstaculos que impliden una percepción clara de la realidad son:

- la comprensión defectuosa (avidya)
- la confusión de valores
- el exceso de apego
- las aversiones irracionales
- el sentimiento de inseguridad

Siendo el primero, el orígen de los otros cuatro.

Acompañarnos a nosotros mismos a escuchar, a recibir el silencio, mantenernos en serena expectación, suavizar nuestros juicios y nuestras ideas preconcebidas, no dejarnos arrastrar por el flujo de la mente alterada y las llamadas de los sentidos; estimular la confianza en nosotros mismos, la fe, la voluntad y la intuición, son algunas de las cosas que podemos hacer para salir de avidya. Aunque vivimos dentro del tejido de Maya, somos también Purusha, el gran Espíritu.




viernes, 18 de mayo de 2018

Consciencia Primordial




Hay una verdad sobre la que el pensamiento y el sentir orbitan, como satélites tratando de captar una frecuencia olvidada. Esa verdad es tan evidente como escurridiza algunas veces y viste muchos nombres; emerge, se esconde, se racionaliza, se explica y se cree(a). En general la podemos llamar espíritu o consciencia.

Cuando empiezas a meditar reconoces los patrones de pensamiento, las imágenes, las emociones y las sensaciones que aparecen, pero, en seguida, se hace evidente algo más simple sin lo que todo lo demás no existiria: Eres consciente. Todos estos contenidos y fenómenos se dan en el marco de una interioridad, de un espacio que a veces llamamos presencia otras veces consciencia y que mantiene una relación especial con otro lugar, aun más misterioso, al que, desde las investigaciones de Freud a principios del siglo XX, llamamos inconsciente. 

¿Qué es ser consciente? En un sentido, poco más que una suerte de continuidad entre las imágenes y el diálogo interno, un hilo conductor; o quizá una fuerza que da significado y vida, que crea y atestigua simultáneamente.  Desde el pensamiento moderno en seguida  se nos aparecerá la idea del "yo", pues no concebimos consciencia sin ego, sin esta idea autoreferente. Pero se trata de un concepto algo problemàtico cuando abordamos la introspección, sobre todo cuando vamos un poco más allá de la pura racionalidad y juego de las ideas, que es lo que sucede en la práctica la meditación o cuando nos aproximamos a las filosofías antiguas, cuyo marco de referencia es muy otro. De hecho, algunos de los problemas más comunes con los que una persona educada bajo el canon de Occidente se encuentra es esta idea de ser un sujeto o "yo" separado del mundo. Este marco o paradigma, usando la terminología de Thomas Khun, es algo muy propio del pensamiento moderno, heredero de la revolución científica y el racionalismo cartesiano, pero no fue siempre así. Hubo un tiempo ancestral en que el ser humano concebía un mundo vivo y consciente en dónde fuerzas cargadas de intención y de significado (dioses, devas, espíritus, genios, aliados...) regían y acompañaban los acontecimientos, los ciclos y la vida tanto de la humanidad como de la naturaleza. De aquella visión del mundo hay todavía múltiples ejemplos en culturas en las que no ha habido ruptura con esta clase de conocimiento y movimientos que, tras la crisis que la revolución industrial y la cultura de masas supuso, buscan un retorno a un cosmos más lleno de sentido para vivir mejor. Y es que parte del interés que nos despierta la espiritualidad y las visiones orientales o indígenas tiene que ver con una necesidad de dar sentido a un mundo del que la propia razón nos ha apartado.




En la visión primordial o ancestral, el yo o sujeto forma parte del mundo participando del mismo, formando un contínuo de consciencia. La naturaleza tiene inteligencia y alma y las relaciones con la misma son a través del símbolo, la analogía y el ritual, formando parte de la realidad cotidiana. No hay ruptura entre uno mismo y el mundo y éste posee interioridad, no habiendo tampoco una escisión entre alma y cuerpo, mundo físico y mente. 
En contraposición, la visión moderna traza una línea clara entre el yo y el mundo. La consciencia pertenece únicamente al sujeto individual, que quedará como encerrado en su propia subjetividad; y el mundo, vacío de significado, se presenta como una colección de objetos con los que únicamente se puede mantener una relación instrumental, de uso.
Así es como se llega a situar al ser humano por encima de la naturaleza y los demás seres del mundo y se procede a una serie de relaciones de expolio y "falta de empatía" planetaria que nos ha conducido a múltiples desastres ecológicos, socioeconómicos y psicológicos.


La búsqueda espiritual que muchas personas iniciamos tiene mucho que ver con un anhelo de retorno a un cosmos más vivo y significante, volver a hacer del mundo un hogar. Tener un lugar, formar parte de un plan, una idea de destino, un objetivo, un propósito; hallar paz y equilibrio... Se expresa de muchísimas maneras, algunas más místicas, otras más mundanas, pero finalmente este impulso viene a querer mover esas paredes del yo en la que nos hemos encerrado desde hace siglos. Ese pacto recurrente que nos aísla y nos hace vivir la llamada "soledad existencial" y el anhelo de trascendencia parece que ya no pueda sostenerse mucho más. Miramos hacia atrás, hacia ése pensamiento ancestral y las sabidurías antiguas, para ir hacia adelante, para hacer coherente un Universo cada vez más mágico e infinito, un mundo que se polariza una sensibilidad que puede abrirse en todos y cada una de nosotros. La meditación es una puerta perfecta para ahondar en este amado desconocido, aunque seguro se abrirán muchas más  :)




sábado, 17 de septiembre de 2016

CHANDRA NAMASKAR, saludo a la Luna!



Normalmente somos consciente de como nos afectan algunos elementos de nuestro entorno como la temperatura, la luz, el espacio... y también las emociones de los demás, sus palabras, su proximidad o su ausencia. Empezamos a ser conscientes incluso de como nos afectan determinados alimentos, ambientes y objetos... Pero en cuestión de cuerpos celestes la cosa se vuelve peliaguda. Muy pocos afirmarán con aplomo que la retrogradación del planeta Mercurio afecta a nuestra manera de pensar. Sin embargo, quizá no nos resulte tan difícil sentir o entender el efecto del astro más próximo y preferido de los poetas, la Luna.

La Luna es capaz de mover océanos. Ella rige las mareas y muchos otros cursos cíclicos de la vida en la tierra. Y somos un 70% agua; eso quiere decir que cerca de 3/4 partes de nuestra masa física está compuesta por una materia muy sensible a los ciclos lunares, es decir a su proximidad respecto a la tierra según su lugar en la órbita elíptica y a la faz que muestra según la sombra proyectada por la tierra sobre ella. 

Además existen las significaciones energéticas más profundas y que tienen que ver con las cualidades que el pensamiento simbólico, hermético y de muchas otras tradiciones incluida la yóguica contemplan: La luna re-presenta las emociones; el lado femenino; el cuerpo; la madre; la nutrición; el misterio; lo escondido; la receptividad; el aspecto pasivo; el yin; la calma; lo mistico; la pre-cognición... Y normalmente se opone al Sol, que representa las cualidades opuestas. Este par de opuestos está tan presente en el yoga que Hatha, nombre que recibe una de sus principales corriente, significa Sol-Luna (Ha-Tha), siendo Yoga la unión de los puestos o su equilibrio.

En el Yoga existen diversas prácticas, asanas y pranayamas que trabajan sobre los aspectos lunares de nuestro ser, pero quizás el más evidente y que hace más presente al astro en sí es CHANDRA NAMASKAR, el saludo a la Luna, del cual encontramos muchísimas variantes.



En realidad, podríamos decir que CHANDRA NAMASKAR es una familia de KARANAS o encadenamientos de posturas cuyo objetivo es abrirnos a la energía lunar a través de la respiración, la tonificación muscular y el trabajo respiratorio y energético sobre de terminados CHAKRA, en especial ANAHATH, el centro del corazón, pensamientos y emociones, y SVADHISTAN, el centro de la creatividad y el placer. Se trata de secuencias generalmente calmantes y que implican una apertura del plexo cardíaco, combinando extensiones y flexiones de columna a ritmo pausado y constante, como una danza o ciclo contínuo. Algunas varientas trabajan también profundas extensiones laterales.
Lo podemos practicar siempre que haya luna llena o luna nueva o simplemente cuando queramos conectar y hacer presente la energía de la luna en nuestro interior :)







domingo, 1 de mayo de 2016

Mudras


Mudra es un concepto con muchos significados. con la palabra "Mudra" se hace referencia a un gesto, a una posición mítica de las manos, a un sello o a un símbolo. Pero también hay posiciones de los ojos, del cuerpo y técnicas de respiración que reciben el nombre de mudras. Estas posiciones simbólicas de los dedos, de los ojos o del cuerpo permiten representar de forma plástica determinados estados o procesos de consciencia. Y a su vez, cada una de esas posiciones concretas puede llevar a los estados de la conciencia que simboliza.


El funcionamiento de los mudras es complejo y tiene profundas raíces en la medicina tradicional de la India, el Ayurveda y en las prácticas más antigua del Hatha Yoga y del Tantra. Físicamente recorren a los canales energéticos del cuerpo (nadis en el yoga, meridianos en acupuntura) y en las zonas reflejas que encontramos, sobre todo, en las palmas de las manos y los dedos. 
Nuestro cuerpo funciona de forma holográfica, de modo que, en un pequeño segmento se contiene el todo, al igual que en el ADN de cada una de nuestras células encontramos la información que constituye nuestro cuerpo físico entero.
Actuando sobre determinados puntos mediante un gesto, una respiración y/o una visualización repetida, los mudras son capaces de reequilibrar el cuerpo-mente e influir sobre nuestros hábitos y estados mentales.



MUDRA DEL SER INTERIOR


Unir las puntas del índice, el dedo medio, el anular y el meñique y los pulpejos de las manos. Los pulgares deben quedar juntos y recorrer el "camino" hasta tocar las puntas unidas de los meñiques. Por debajo de las puntas de los meñiques se forma una cavidad vacía a través de la cual brilla la luz. Esta abertura simboliza la fuerza del corazón por medio de la sabiduría divina. En cada persona la abertura es distinta. Sophie Rodelli, que desde hace muchos años se dedica de manera intensiva a trabajar con los ejercicios y posiciones de las manos, dice al respecto: "Este mudra simboliza el ser interior de una persona, cubierto por el poder corporal, pero aireado de vez en cuando por la felicidad o el sufrimiento, o dirigido por la escuela oculta del hombre interior".

Mantenga las manos en esta postura primero ante la frente, y mire sin bizquear, a través de la obertura todo el tiempo que pueda; luego baje los brazos y mantenga el mudra durante un rato unos centímetros por debajo de la barbilla. Sus manos se encuentran de forma automática justo en el lugar donde según los antiguos misterios está el alma, y es por eso por lo que sus manos forman un templo. Ahora, preste atención a su respiración. Con cada espiración sople con delicadeza "Huuu" y déjese llevar por la pequeña avertura hacia el infinito, el gran misterio.*











*Extraído de Mudras, El poder del yoga en tus manos, de Gertrud Hirschi





martes, 12 de enero de 2016

Krishna y la buha

Canción de la buha

Tu eres luz y día, yo soy sombra que penetra las sombras.
Tu cantas a las hojas y a las flores que las abejas liban.  
Yo hablo con las estrellas y trazamos mapas para transitar los sueños.
Tu eres niño, sol, música, palabra y jardín. Yo soy feroz, anciana, puerta y matriz.

Tu eres Ser y yo estoy de paso, traigo los murmuros, el retorno y el cambio.
Luces tu la pluma del pavo real, para mí es el negro dorado del cuervo.
Para ti los hombres aman y oran,
para mí quedan el silencio,
la luna
y el mar.


La mujer traía todos los días un cuenco de arroz al eremita y a veces flores. Se arrodillaba con profundo respeto y se lo ofrecía y ambos juntaban las palmas, oraban en el compartir.
En el altar del yogui, su maestro y Jesús miraban solemnes, maduros más allá de la vida y de la muerte. Krishna, sin embargo, risueño y con ojos de niño recordaba, inmerso en ella, el gozo de la vida y la fiesta entre las criaturas. Era una imagen hermosa, a todo color, que había regalado su abuela al yogui para que siempre tuviera presente la alegría.
Además había algo de la esencia profunda de su país, de sus gentes y exuberantes paisajes, en la personalidad de Krishna. Compartía Olimpo con muchas otras divinidades, dioses-animal; diosas de las aguas, las artes y la guerra; dioses del cielo y el trueno, y hasta manifestaciones de la energía primordial. No obstante, Krishna era el más cautivador y, en la Bhagavad Gita, la canción sagrada de la gran India, era él quien revelaba la suprema divinidad al héroe y todos los secretos del mundo, como un Prometeo con los poderes de Júpiter y Urano.



Krishna era, sin duda, el favorito del yogui, aunque en su corazón había un lugar especial para la serenidad del maestro Jesús y un sincero respeto a los grandes maestros del yoga. En sus meditaciones, Dios era una innombrable luz que lo bañaba y lo ungía de un blanco dorado, apartándolo del tiempo. A veces, Jesús le acompañaba en esa visión y le ofrecía el sagrado corazón como umbral. Krishna, en cambio, flotaba a su alrededor como el perfume de una flor, cuando ejercitaba su cuerpo, cuando limpiaba su choza, o cuando paseaba por el bosque cercano. Situándose siempre a su lado, ligeramente tras él, le susurraba y le contagiaba su sonrisa.

Por las noches el yogui usaba el mantra como báculo, sus compañeros dormían e imágenes de otros tiempos y ensoñaciones entraban a borbotón en su espacio sagrado, resultándole difícil orientarse. Entonces él hacía rebotar y resonar el canto y apartaba distracciones, palabras, infancia, anhelos y fronteras tales como el hogar y el cuerpo.
Una noche, en aquel espacio bien barrido por las sílabas, encontró a Krishna sentado en profunda meditación. El rostro de mármol y el silencio le vestían. “¿Es él, el siempre alegre compañero, el flautista de los bosques?” Los ojos cerrados del dios miraban muy adentro. Al acercarse un poco notó su inmensa energía… y era sólo una imagen en su mente… El yogui se sentó a contemplar su belleza. Tras incontables respiraciones que reverberaron en el infinito, el yogui sintió una suavidad acariciando el aire: Sobre un árbol que antes no había advertido, una buha les miraba como una viva obsidiana. De súbito, retornó un cierto color y organicidad al dios y abrió los ojos, como inspirando aquella nueva presencia, apenas reparando en el yogui.

La buha cantó y Krishna bailó y se deleitó para ella. Parecían oírse los latidos del centro de la Tierra. Mas el dios terreno y amigo era cada vez más sobrenatural. Sobre sus brazos se extendían galaxias y en lugar de ombligo tenía un vibrante vacío. Allí todo era posible, el germen de todo giraba y bailaba hermoso como una llama. Como una llama se sentía también el yogui ante aquella revelación. ¿Acaso era aquéllo la iluminación? Una íntima oscuridad sin ecos se le abría…

Lenta y suave se posó la buha sobre el hombro del bailarín y giró su reptiliana cabeza hacia el yogui. Ojos. Sus ojos llenaban todo su mundo, mundo y ojos fueron el mismo misterio. Volviéndose, con ademán felino, a mirar al radiante Krishna y así se alejaron los dos, paso a paso y sin  andar, hacia un portal lejano.

Algo como la carcajada anciana de su maestro le hizo abrir los ojos y ver la luz que entraba por el ventanuco. Un significado nuevo se abría en el corazón del yogui. En la entrada de su choza encontró a la mujer, con arroz, dhal y flores: “No te has iluminado, porque la luz eres tu”, le dijo, y su voz sonó a pluma y a astro.












lunes, 14 de diciembre de 2015

MATSYASANA Postura del Pez








MATSYASANA es, probablemente, una de las posturas más queridas de los yoguis de todo el mundo, ya que abre de forma inigualable el plexo cardíaco (ANAHATA CHAKRA) sin demasiado esfuerzo, expande los pulmones y trabaja la musculatura de la espalda, brazos y piernas.

Matsya significa pez. En todas las mitologías del mundo los peces ocupan algún lugar importante, relacionándose con las aguas primordiales, el caos y el diluvio, con la abundancia y con la sabiduría. En la mitología india matsya se considera el primer avatar del dios Visnú y fue éste el que salvó al primer hombre del diluvio universal. Bajo una interpretación arquetípica, las aguas simbolizan el caos de las emociones y las pasiones que el hombre debe aprender a dominar o "surfear" y atravesar como hacen los peces, siendo el vehículo que le permite moverse en ellas, una barca, un arca o un animal amigo, una metáfora del cuerpo gobernado por el alma.

Además, en la mitología que envuelve al yoga, es central la figura de Matsyendra, el hombre-pez, primer sabio que escuchó las enseñanzas que Shiva daba a su consorte Shakti y las transmitió a los hombres en la forma que hoy conocemos como Yoga.



Adoptando MATSYASANA nos abrimos a la verdadera sabiduría, que está en el corazón, y a la percepción del mundo como un constante fluir de estados mentales, donde el espacio y las direcciones sólo importan desde determinado punto de vista. Tomada con consciencia, MATSYASANA es una postura poderosa que nos ayuda a atravesar las limitaciones autoimpuestas por la mente. 

Suele realizarse después de SARBANGASANA, postura invertida de elevación de piernas, como contrapostura. En este caso sus efectos se ven aumentados.

Las distintas variantes nos permiten incidir en los distintos aspectos de la postura: el trabajo de apertura de cadera, la extensión de la columna, etc., así como adaptarla a nuestras necesidades y nivel de práctica.




lunes, 12 de noviembre de 2012

CHANDRA




La Luna es el cuerpo celeste más cercano a la tierra y es innegable la influencia que ejerce sobre ella. Causa las mareas, que son las subidas y bajadas del nivel de los océanos, ejerciendo en general un influjo sobre los elementos fluidos del planeta, incluyendo a la atmosfera. Por ello, suele vincularse a los afectos y emociones, a los que muchísimas culturas relacionan con el agua. También se asocia a la feminidad, la sensibilidad y el inconsciente.
En la tradición védica, substrato cultural de la India, remite a MANAS, la mente (que incluye pensamientos y sentimientos), la cual refleja la luz del BUDDHI, el intelecto, relacionado, a su vez, con el Sol. 
En el yoga CHANDRA (nombre de la Luna en sánscrito) y SURYA, el Sol, representan la dualidad que la práctica debe integrar.  HA y THA también significan Sol y Luna, de ahí la denominación de Hatha Yoga. En la anatomía sutil del yoga encontramos, además, un pequeño centro energético en el lado izquierdo del abdomen llamado CHANDRA CHAKRA y también aparece en la representación simbólica de SVADISTAN, el segundo de los siete chakra principales.
En la tradición del Occidente clásico, que se mantuvo durante la Edad Media, la Luna dividía el cosmos entre el mundo llamado sub-lunar, terrenal e imperfecto, y el mundo supra-lunar, donde se encontraban las esferas perfectas de los astros. Era, pues, una especie de mediadora, como lo es la mente, a través de la cual es posible el conocimiento.

La Luna pasa de la plenitud a la oscuridad todos los meses. Aparece, crece, se muestra, se oculta, decrece,… De este modo nos recuerda la dinámica cíclica del tiempo sobre todas las cosas. El ir y venir de nuestros pensamientos es cíclico y también lo es la producción de determinadas hormonas que regulan el sueño, nuestros estados de ánimo y nuestros ciclos vitales, siendo el caso paradigmático el de la menstruación en las mujeres.
Todo sigue este ritmo que es la vida misma en su continuo nacer y renacer, como un latido.