clases de yoga

domingo, 16 de diciembre de 2012

El esqueleto



 El esqueleto humano está formado por más de doscientos huesos y todos ellos, excepto el hueso hioides (en la parte anterior del cuello, bajo la lengua), están unidos entre sí en un continuo revestido de otras estructuras conectivas como son los músculos, los tendones, los ligamentos y los cartílagos.
Además de las funciones relacionadas con el sostén, la protección y la movilidad, el sistema esquelético funciona como almacén metabólico, regulando el intercambio de sales de calcio y fosfatos, vital para el buen funcionamiento de todas las células del cuerpo. Y, todavía más, en la corteza esponjosa de algunos huesos, encontramos la médula ósea, que funciona como una auténtica factoría en la que se forman y se diferencian las células sanguíneas. Así pues, el esqueleto es una estructura viva y de vital importancia para el organismo a la que vale la pena conocer y cuidar a cualquier edad.
El Ayurveda, que es la antiquísima medicina tradicional india, considera que los huesos se componen de los elementos: tierra y aire. Ello nos da una idea de su doble naturaleza: por un lado sostienen, dan peso y fuerza; por otro son porosos y están embebidos de cualidades más sutiles y más “hondas”, por así decir. No en vano empleamos la expresión “llegar hasta la médula” (al moll de l’òs) cuando nos referimos a indagar hasta alcanzar la esencia de algo, o que, cuando hablamos de la pieza esencial que sostiene una estructura, sea esta un organismo vivo como una hoja o inanimado como un andamio, le llamemos alma. Existe una íntima relación entre lo que sostiene y lo que anima, entre el principio creativo (recordemos la hematopoyesis o formación de las células que forman la sangre en el interior de los huesos) y el que mantiene, nutre y hace crecer; en fin, entre el alma y el cuerpo.

Otro de los aspectos importantes del esqueleto es que es nuestro gran transmisor y amplificador de vibraciones. Además del sonido, cualquier movimiento produce una vibración y el esqueleto es el encargado ampliarla y esparcirla por todo el cuerpo. 
Algunos de los tratamientos de la osteoporosis, una de las dolencias más comunes en personas, en especial mujeres, mayores de 40 años, incluyen plataformas vibratorias para hacer vibrar todo el sistema esquelético. Los malos hábitos de la vida sedentaria, las deficiencias hormonales o las carencias alimentarias pueden provocar serias pérdidas de densidad ósea, que se puede frenar o revertir al activar esta cualidad resonante del sistema.

El cuerpo está hecho para moverse y para ser como un receptor-transmisor, dar y tomar, dejar pasar y transformar la energía. El equilibrio consiste precisamente en esto: en saber soltar lo que ya no es necesario y que puede llegar a ser perjudicial y tomar lo que necesitemos de la naturaleza, y que le devolveremos transformado en una forma distinta.
Mantener nuestras articulaciones bien irrigadas, sanas y lubricadas mediante el ejercicio suave y consciente; adoptar buenos hábitos de postura y movimiento; aportar los nutrientes y el descanso necesarios a nuestro esqueleto, todo ello nos ayuda a equilibrar todo el sistema y a ganar en salud, vitalidad y equilibrio.


http://www.huesos-para-la-vida.com/Bones-for-life/Huesos_para_la_vida.html 

domingo, 9 de diciembre de 2012

La sadhana



La sadhana es el aspecto más potente y transformador del yoga. Es cuando el yoga realmente se funde con la vida y cobra su sentido más profundo.

Normalmente se entiende por sadhana la práctica diaria, por lo común a primera hora de la mañana y/o a última hora de la tarde, de asanas, pranayama y meditación; aunque puede haber sadhanas únicamente meditativas, o más físicas, o que incluyan otras técnicas más devocionales como el canto de mantras; más introspectivas o más  contemplativas.
La gran variedad de posibilidades que tenemos a la hora de construir nuestra propia sadhana es uno de sus aspectos más potentes de la misma. Y es que, no es tan importante lo que hagamos como el lugar desde donde lo hagamos, es decir, el modo como nos disponemos a practicar y a incluir el yoga en nuestra cotidianeidad.
Si no llevamos mucho tiempo practicando será mejor acudir a nuestro/a profesor/a para que nos oriente y nos proponga una sadhana adecuada a nuestras características y a nuestros objetivos. No obstante, día a día, durante nuestra práctica, deberemos mantenernos atentos y abiertos a lo que pueda ocurrir, ya que la sadhana brinda un espacio para escucharnos y dejar que nuestro cuerpo-alma se exprese en libertad, y ello es quizá lo más valioso de la experiencia, que cualquier cosa puede ocurrir...
Unos días nuestra práctica será más energética, otros más pausada; puede que unas veces la vivamos como una danza, conectemos con nuestros ritmos e impulsos vitales y otras sea repetitiva como un mantra y nos ayude a calmar la mente y abrirnos a la meditación. La sadhana se adapta al sadhaka (al practicante) y el sadhaka se hace uno con la sadhana
De este modo podemos tener en cuenta nuestra constitución (dosha), nuestros puntos débiles y puntos fuertes; el día de la semana; la estación del año; la hora del día… Todo ello nos ayudará a que la práctica sea enriquecedora y nueva cada día, a mantenernos atentos, pues no somos nunca exactamente los mismos y cada instante es una oportunidad, una renovación, una puerta, un reto, una afirmación, una inspiración, un nacimiento, una muerte, una exhalación, una visión... 

Abrirnos a cada instante es el yoga y la sadhana se extiende a cualquier momento que vivamos con plena atención, con plena consciencia y en plena libertad.

domingo, 2 de diciembre de 2012

A través de la consciencia sensorial




Como disciplina holística que es, el yoga integra todas las dimensiones del ser humano, desde la más material hasta la más sutil, teniendo mayor o menor incidencia en una u otra dependiendo de como enfoque cada uno su práctica.
Cierto es que hoy en día hay mucha oferta de clases de yoga donde el trabajo parece estar enfocado sobre todo al cuerpo físico, quedando en un segundo o tercer plano el que, según la tradición, es el verdadero objetivo de la práctica, a saber, la meditación; si bien también es verdad que está creciendo el interés y la necesidad de abrirse a la meditación en muchas personas, sean practicantes o no, de yoga.
Pero pasar de vivir bajo el dogma de la imagen de un mundo puramente físico en el que actuamos según ideas previas que nos motivan a esperar determinados resultados y a temer otros, un mundo de proyecciones mentales, la mayor de las cuales es la idea de una materia completamente inerte, a empezar a experimentar por nosotros mismos, no es cosa fácil. El desaliento será la norma si esperamos que aparezca alguna especie de revelación, si anhelamos algún tipo de respuesta que provenga del exterior brindándonos la comprensión y la dicha. El yoga empieza a comprenderse desde uno mismo y desde el modo como cada uno fluye en la experiencia. ¿Por dónde empezar?

Un buen lugar desde el que empezar es lo más inmediato, evidente y seguro: la experiencia sensorial. Fijar la atención en las propias percepciones no es difícil y si nos disponemos con una actitud abierta, descubriremos muchas cosas y nos hallaremos en el umbral de pratyajara, el estado de interiorización que es el primer paso a la meditación.
Cerrar los ojos y escuchar los diferentes sonidos que nos rodean, tratar de sentir la ropa sobre la piel y la temperatura del aire, de descubrir los límites del propio cuerpo sin acudir a ninguna imagen, a ningún recuerdo, fijarse en los olores, los sabores, en la luz… Toda esta información que nos llega por los diferentes canales del cuerpo normalmente es rápidamente cribada por la mente y la mayor parte nos pasa desapercibida. Contemplarla es una vía directa al momento presente, un primer paso que comparten muchas tradiciones y prácticas de meditación, entre las que se incluyen el ANTAR MOUNA o silencio interno, el Advaita o algunas de las prácticas del shivaísmo de Cachemira.

La atención sobre lo sensorial nos descubre el fluir de la experiencia, nos daremos  cuenta de que las sensaciones aparecen, cambian y desaparecen constantemente, fluyen y, ¿acaso no sucede lo mismo con los pensamientos?
Si persistimos en el ejercicio llegamos a percibir que hay algo que permanece y que es siempre igual, presente durante toda nuestra vida, a saber, la consciencia. En ese punto aparece el silencio y la mente descansa en él.



Propuesta de práctica: Primera fase de ANTAR MOUNA

Siéntate en una postura de meditación: siddhasana, sukhasana… También puedes realizar la práctica sentado en una silla o tumbado en shavasana. Cierra los ojos y acomoda tu cuerpo en la postura. Ajusta bien la posición hasta que la sientas firme y te permita permanecer en completa inmovilidad todo el tiempo que dure la práctica. La espalda muy derecha, pero sin rigidez ni tensión. La cabeza en equilibrio sobre el eje de la columna vertebral, sin inclinarla ni hacia delante ni hacia atrás. Los hombros y los brazos bien relajados. Las manos descansando sobre las rodillas en gñana o chin mudra. Puedes cantar el mantra Om tres veces… (pausa).
Ahora, durante unos segundos, observa todo el cuerpo en la postura. Luego, recorre mentalmente todo el cuerpo, comenzando por los pies y terminando en la cabeza. Pasea lentamente la atención por cada parte de tu cuerpo, relajando, aflojando cada músculo que encuentres a tu paso, sin que la postura pierda verticalidad ni firmeza… (pausa).

Toma consciencia de las percepciones táctiles… Siente todos los puntos de tu cuerpo que están en contacto con el suelo… Nota el cuerpo muy bien adaptado, arraigado, enraizado en el suelo… (pausa). Sin hacer ningún juicio o valoración observa las sensaciones del contacto de la ropa sobre tu piel. Nota dónde ejerce mayor presión… Siente cualquier objeto que lleves en contacto con la piel… Percibe la temperatura ambiente… (pausa).

Ahora toma consciencia de todos los sonidos que provienen del mundo exterior. Escucha globalmente todos los sonidos, permaneciendo como un mero espectador, sin enjuiciar, sin hacer ninguna valoración. Observa todos los sonidos globalmente, sin mostrar preferencia por ninguno, sin analizar sus cualidades, origen, etc.… simplemente escucha… (pausa). Mantén la consciencia testigo, aunque en estos primeros momentos sólo serán ráfagas o destellos de consciencia testigo… Es normal que de cuando en cuando te identifiques con los sonidos y te sorprendas catalogándolos o reaccionando emocionalmente. No importa, acepta todo lo que suceda y observa… Una y otra vez reafirma tu actitud de testigo, sin reaccionar mental o emocionalmente, sin adherirte. Mantente interiormente al margen, desidentificado. Date cuenta que el fenómeno de la audición sucede entre el objeto que emite el sonido y el órgano de la audición que lo capta. Tú permanecen como un observador inafectado, desidentificado… (pausa).
Toma consciencia de todos los sonidos que puedas percibir: desde los más burdos a los más sutiles, desde los más cercanos a los más lejanos. Sin oponerles ninguna resistencia, ábrete a ellos y deja que pasen a través de ti, que te traspasen… (pausa). Observa globalmente todos los sonidos.
Ahora deja que tu atención se mueva de un sonido a otro y así sucesivamente. Eliges un sonido, lo escuchas un momento y luego saltas hasta otro sonido que llame tu atención, y así sucesivamente… (pausa). Ahora vuelve a escuchar todos los sonidos globalmente, sin elegir ninguno. Siéntete inmerso en el océano de sonidos que te rodea. Aunque te lleguen algunos sonidos con más fuerza, no les prestes una atención especial, continúa escuchando la totalidad del entorno y permite que te sucedan… (pausa larga).

Observa el flujo respiratorio en las fosas nasales sin esperar nada, sin querer provocar nada, pero permaneciendo muy atento, alerta, abierto a lo que pueda suceder… (pausa larga).

Extraído de Claves del Yoga, de Danilo Hernández.