Cuando empezamos
a practicar yoga nos fijamos, sobre todo, en los beneficios que éste aporta a
nuestra salud. Sin embargo, como bien sabe el practicante avanzado, el yoga no
es una terapia, ni tampoco una “cura preventiva”, sino un camino largo y ancho
por todas las dimensiones de la
Vida, del que la práctica de ASANA (posturas) y PRANAYAMA
(control de la energía), son sólo los primeros pasos.
Se trata de un
camino que uno emprende solo o de la mano de un maestro (en la tradición india
la transmisión se produce siempre de maestro a discípulo), pero uno puede ayudarse también de los textos clásicos y,
en especial, del más clásico de todos, los Yoga-Sutra de Patanjali, que es una
fuente de inspiración inagotable para cuando ya tenemos el pie en el aire y
estamos dispuestos a dar el siguiente paso.
Patanjali nos
dice que el sentido último del yoga es el cesamiento de las fluctuaciones de la
mente para que el observador pueda establecerse en su naturaleza esencial. Toda
la primera parte de los Yoga-Sutra la dedica a perfilar esta definición para
facilitar su comprensión, mientras que en la segunda parte da claves prácticas
importantes para que el practicante alcance su objetivo, paso a paso. Estos
pasos están muy estructurados y comprenden
tanto las prácticas más enfocadas hacia la meditación y el SAMADHI (absorción
en el Ser), como aspectos más de tipo ético o de relación con el entorno, que
crean las condiciones adecuadas para que la meditación se produzca. Los
primeros de estos aspectos son los llamados YAMA, que suele traducirse por
“abstinencias” pero se trata más bien de actitudes que el practicante debe
fomentar para mantenerse en un estado de consciencia conveniente para avanzar
en el camino. Los YAMA son cinco y hoy me gustaría hablar del segundo de ellos,
SATYA.
SATYA proviene
de la raíz sánscrita sát, que
significa ser, realidad o esencia, pero también tiene el sentido de verdad o
bien. El hecho de que la verdad y el ser no sean contempladas como cosas
separadas implica que hay una correlación entre el ser y su expresión. SATYA
como precepto para nuestra vida cotidiana implica expresarse con veracidad, es
decir, no mentir, no falsear, expresar únicamente aquello que uno
verdaderamente conoce. Ello conlleva una honestidad derivada de la mayor
escucha de uno mismo, además de ser consciente y estar atento a cada pensamiento
y a cada acción para ajustarlos al máximo a la verdad de lo que cada uno es.
SATYA no es, a
nuestro entender, una privación, sino todo lo contrario, pues nos libera de
falsos anclajes y de la tensión emocional que suponen el tener que cumplir
determinadas expectativas y del miedo a no corresponder con la imagen que hemos
generado de nosotros mismos.
SATYA procura la
calma emocional necesaria para el desarrollo de BUDHI, la intuición, y el
practicante se convierte entonces en un espejo fiel de la Consciencia y sólo así
avanza hacia la comprensión.
¿Cuan honest@s somos con nosotr@s mism@s?
ResponderEliminarOtro pasito más en el camino del yoga.
Gracias Mar!!Gracias por compartir tu sabiduría.
No esta mal hacernos esta pregunta, tantas veces como sea necesario.
EliminarGracias a tí por tu atención y tus aportaciones.
¡Mucha luz para ver en el camino!