Como disciplina
holística que es, el yoga integra todas las dimensiones del ser humano, desde
la más material hasta la más sutil, teniendo mayor o menor incidencia en una u
otra dependiendo de como enfoque cada uno su práctica.
Cierto es que
hoy en día hay mucha oferta de clases de yoga donde el trabajo parece estar
enfocado sobre todo al cuerpo físico, quedando en un segundo o tercer plano el
que, según la tradición, es el verdadero objetivo de la práctica, a saber, la
meditación; si bien también es verdad que está creciendo el interés y la
necesidad de abrirse a la meditación en muchas personas, sean practicantes o
no, de yoga.
Pero pasar de
vivir bajo el dogma de la imagen de un mundo puramente físico en el que
actuamos según ideas previas que nos motivan a esperar determinados resultados
y a temer otros, un mundo de proyecciones mentales, la mayor de las cuales es
la idea de una materia completamente inerte, a empezar a experimentar por
nosotros mismos, no es cosa fácil. El desaliento será la norma si esperamos que
aparezca alguna especie de revelación, si anhelamos algún tipo de respuesta que
provenga del exterior brindándonos la comprensión y la dicha. El yoga empieza a
comprenderse desde uno mismo y desde el modo como cada uno fluye en la
experiencia. ¿Por dónde empezar?
Un buen lugar
desde el que empezar es lo más inmediato, evidente y seguro: la experiencia
sensorial. Fijar la atención en las propias percepciones no es difícil y si nos
disponemos con una actitud abierta, descubriremos muchas cosas y nos hallaremos
en el umbral de pratyajara, el estado
de interiorización que es el primer paso a la meditación.
Cerrar los ojos
y escuchar los diferentes sonidos que nos rodean, tratar de sentir la ropa
sobre la piel y la temperatura del aire, de descubrir los límites del propio
cuerpo sin acudir a ninguna imagen, a ningún recuerdo, fijarse en los olores,
los sabores, en la luz… Toda esta información que nos llega por los diferentes
canales del cuerpo normalmente es rápidamente cribada por la mente y la mayor
parte nos pasa desapercibida. Contemplarla es una vía directa al momento
presente, un primer paso que comparten muchas tradiciones y prácticas de meditación,
entre las que se incluyen el ANTAR MOUNA o silencio interno, el Advaita o algunas
de las prácticas del shivaísmo de Cachemira.
La atención
sobre lo sensorial nos descubre el fluir de la experiencia, nos daremos cuenta de que las sensaciones aparecen,
cambian y desaparecen constantemente, fluyen y, ¿acaso no sucede lo mismo con los
pensamientos?
Si persistimos
en el ejercicio llegamos a percibir que hay algo
que permanece y que es siempre igual, presente durante toda nuestra vida, a
saber, la consciencia. En ese punto aparece el silencio y la mente descansa en
él.
Propuesta de práctica:
Primera fase de ANTAR MOUNA
Siéntate en una
postura de meditación: siddhasana,
sukhasana… También puedes realizar la práctica sentado en una silla o tumbado
en shavasana. Cierra los ojos y
acomoda tu cuerpo en la postura. Ajusta bien la posición hasta que la sientas
firme y te permita permanecer en completa inmovilidad todo el tiempo que dure
la práctica. La espalda muy derecha, pero sin rigidez ni tensión. La cabeza en
equilibrio sobre el eje de la columna vertebral, sin inclinarla ni hacia
delante ni hacia atrás. Los hombros y los brazos bien relajados. Las manos
descansando sobre las rodillas en gñana
o chin mudra. Puedes cantar el mantra
Om tres veces… (pausa).
Ahora, durante
unos segundos, observa todo el cuerpo en la postura. Luego, recorre mentalmente
todo el cuerpo, comenzando por los pies y terminando en la cabeza. Pasea
lentamente la atención por cada parte de tu cuerpo, relajando, aflojando cada
músculo que encuentres a tu paso, sin que la postura pierda verticalidad ni firmeza…
(pausa).
Toma consciencia
de las percepciones táctiles… Siente todos los puntos de tu cuerpo que están en
contacto con el suelo… Nota el cuerpo muy bien adaptado, arraigado, enraizado
en el suelo… (pausa). Sin hacer ningún juicio o valoración observa las
sensaciones del contacto de la ropa sobre tu piel. Nota dónde ejerce mayor
presión… Siente cualquier objeto que lleves en contacto con la piel… Percibe la
temperatura ambiente… (pausa).
Ahora toma
consciencia de todos los sonidos que provienen del mundo exterior. Escucha
globalmente todos los sonidos, permaneciendo como un mero espectador, sin
enjuiciar, sin hacer ninguna valoración. Observa todos los sonidos globalmente,
sin mostrar preferencia por ninguno, sin analizar sus cualidades, origen, etc.…
simplemente escucha… (pausa). Mantén la consciencia testigo, aunque en estos
primeros momentos sólo serán ráfagas o destellos de consciencia testigo… Es
normal que de cuando en cuando te identifiques con los sonidos y te sorprendas
catalogándolos o reaccionando emocionalmente. No importa, acepta todo lo que
suceda y observa… Una y otra vez reafirma tu actitud de testigo, sin reaccionar
mental o emocionalmente, sin adherirte. Mantente interiormente al margen,
desidentificado. Date cuenta que el fenómeno de la audición sucede entre el
objeto que emite el sonido y el órgano de la audición que lo capta. Tú
permanecen como un observador inafectado, desidentificado… (pausa).
Toma consciencia
de todos los sonidos que puedas percibir: desde los más burdos a los más
sutiles, desde los más cercanos a los más lejanos. Sin oponerles ninguna
resistencia, ábrete a ellos y deja que pasen a través de ti, que te traspasen…
(pausa). Observa globalmente todos los sonidos.
Ahora deja que
tu atención se mueva de un sonido a otro y así sucesivamente. Eliges un sonido,
lo escuchas un momento y luego saltas hasta otro sonido que llame tu atención,
y así sucesivamente… (pausa). Ahora vuelve a escuchar todos los sonidos
globalmente, sin elegir ninguno. Siéntete inmerso en el océano de sonidos que
te rodea. Aunque te lleguen algunos sonidos con más fuerza, no les prestes una
atención especial, continúa escuchando la totalidad del entorno y permite que
te sucedan… (pausa larga).
Observa el flujo
respiratorio en las fosas nasales sin esperar nada, sin querer provocar nada,
pero permaneciendo muy atento, alerta, abierto a lo que pueda suceder… (pausa
larga).
Extraído de Claves del Yoga, de Danilo Hernández.