clases de yoga

miércoles, 24 de febrero de 2021

Redescubrir PRATYAHARA

A pocas personas sorprende hoy en día el hablar de la memoria del cuerpo. Sabemos que hay huellas sutiles en él que nos llevan a vivencias pasadas, a veces traumas, otras aprendizajes de todos los colores. Lo que a menudo resulta sorprendente es el camino que toman estas memorias para aflorar y revelarnos ese tesoro antiguo enterrado entre tejidos. Así me asombré ayer durante la práctica al recordar dos ejercicios generalmente clasificados dentro del PRANAYAMA o control de la energía (Prana). Algo que aprendí en su momento pero que nunca practiqué con asiduidad, prefiriendo otros. Se trata del BRAHMARI PRANAYAMA o respiración de la abeja y el SANMUKHI MUDRA, ambos parte del cuerpo de prácticas más tradicionales del Hatha Yoga. Creo que el recuerdo vino por una necesidad de interiorizar, de soltar la excesiva demanda del exterior, o la excesiva atención a ese exterior que constantemente nos llama a la acción, al hacer más que al Ser. Estos dos sencillos ejercicios nos ayudan mucho en la transición hacia el aparente caos (se trata, en realidad, de un orden superior), la maravilla y el sosiego del mundo interno.


1. BRAHMARI

Para realizar Brahmari Pranayama basta con sentarse en Sukhasana o en la postura en la que te sientas cómoda para meditar o respirar, con la pelvis bien apoyada y la columna y la cabeza descansando sobre ella. Si prefieres practicar en silla, asegúrate que las plantas de los pies puedan apoyarse en el suelo.  Cerrando los ojos, coloca los pulgares sobre el trago (saliente cartilaginoso situado delante del conducto auditivo), minimizando la entrada de sonidos del exterior. A partir de aquí empieza a pronunciar una "z" vibrante como el zumbido de una abeja. El sonido durará todo lo que dure la exhalación y será lo más uniforme en volumen posible. Luego vuelve a inhalar y realiza otra vuelta. 2 o 3 minutos de este ejercicio proporcionan una calma mental sorprendente, además puedes combinarlo fácilmente con respiración yóguica completa o con bandhas, siendo una buena preparación para la meditación.



2. SANMUKHI MUDRA

De nuevo sentado como para pranayama o meditación, con el tronco erecto y la cabeza erguida, cierra los ojos y permanece tranquilamente ahí unos instantes. Levanta las manos hacia la cara con los codos extendidos lateralmente. Con suavidad, coloca los dedos índices bajo las cejas sobre los ojos, los dedos medios bajo éstos cerca de las fosas nasales y los anulares y meñiques por encima y por debajo de los labios, respectivamente. Los pulgares se llevan al trago del oido como en el anterior, tapando el canal auditivo.

En este ejercicio los dedos hacen las veces de "cerrojos" para los sentidos (por eso, también se le llama Pratyahara), de modo que con ellos acompañas los párpados hacia abajo para cerrar los ojos; cierras un poco las fosas nasales (dejando espacio para respirar) y acercas entre sí los labios. Todo con un contacto suave. Permanece así un mínimo de dos minutos, sin alterar ninguna parte del cuerpo, pero conservando la sensibilidad de los dedos. Siente la quietud que experimentan los sentidos y el frescor en los ojos. A continuación suelta las manos y observa sensaciones, pensamientos...

Brahmari Pranayama y Sanmukhi Mudra pueden incluso convinarse entre sí, añadiendo al segundo el zumbido de la abeja.


PRATYAHARA

Dentro del Hatha Yoga, pratyahara es una disciplina autónoma a parte del Pranayama que prepara para los estadios propiamente meditativos: Dharana, Dhyana y Samadhi. No vamos a entrar aquí en la distinción entre estos tres estadios sino que nos quedaremos en esta disciplina previa que debe dominar cualquier aspirante a meditador/a: Pratyahara, es decir la retracción de los sentidos hacia el interior, lleva al control de uno mismo y al equilibrio interno. Lo que suceda afuera ya no te sacará tan fácilmente de este equilibrio, pues se ha desarrollado la capacidad de gobernar los sentidos, tal como Platón también decía al hablarnos del auriga que controla al caballo blanco y al caballo negro, haciendo referencia a nuestra parte animal e instintiva.

No resulta fácil decir a estas ventanas al mundo que existe un mundo tan infinito como el exterior en el interior,  un lugar ciego o lado oculto de la luna. No resulta fácil sino a veces aterrador cuando el mundo interno es gobernado por emociones dolorosas, pues éstas son las que más fácilmente se nos acumulan en el cuerpo por no haber sido expresadas. Se requieren grandes dosis de amor, paciencia y compasión para seguir mirando, escuchando y sintiendo hacia adentro. Estos ejercicios y muchos otros; la contemplación; el arte; el movimiento consciente, son buenas herramientas, pero la mejor de todas es el coraje, la perseverancia y una pizca de fe, como la que tiene el abejorro en que va a volar pese a que sus alas sean minúsculas y desafíe a todas las "leyes de la aerodinámica". 

El corazón nada sabe de leyes que solo rigen la proyección exterior de aquéllos que les damos crédito.