Estos son algunos de los mitos que rodean la práctica del yoga. ¡No hay que dejarse engañar por ellos!
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Hay que tener mucha flexibilidad. Es un mito muy común que el yoga requiere flexibilidad. Este
mito se basa en una idea equivocada de lo que es el yoga: El yoga no es una
gimnasia; aunque su práctica incluya ejercicios de tonificación y estiramiento,
se trata de una disciplina mucho más global, que actúa a nivel energético,
fisiológico y mental. La flexibilidad que uno posea de partida, en general de
acuerdo con la edad, los hábitos y una cierta predisposición innata, no marca
ninguna diferencia en el trabajo real del yoga. En el yoga tratamos con los
propios límites a través de la consciencia
corporal. Nunca se fuerza el cuerpo y lo menos importante es “lograr” o
“alcanzar” una determinada postura o realizar los ejercicios con una precisión
matemática. Lo que sí es cierto es que la práctica regular nos ayuda a
desbloquear el cuerpo desde el interior, a eliminar tensiones y a aumentar
tanto nuestro tono como nuestra flexibilidad, además de otros beneficios como
reducir el estrés, calmar la mente o favorecer un estado de ánimo positivo.
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Soy demasiado mayor. El yoga se
adapta a las características de cada uno, ya que se trabaja de forma muy suave y progresiva. Cada cual se
escucha y conoce hasta dónde puede llegar en cada momento. Nunca es tarde para
aumentar nuestra consciencia corporal y favorecer la salud general del cuerpo.
Además, muchas de las prácticas tradicionales del yoga están destinadas a
“mantenerse joven”, y eso sucede tanto por dentro como por fuera.
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Es sectario. Afortunadamente
esta etiqueta está en vías de desaparecer gracias a que el yoga se ha hecho muy
popular. El yoga no es sectario, ni religioso, ni requiere de ningún compromiso
ideológico o político. En India, su lugar de origen, lo practican personas de
los más diversos credos como parte de su higiene física y mental, no pertenece
a ningún grupo étnico o religioso en concreto, sino que es una práctica universal. Es por ello que ha tenido
tanto éxito en Occidente y que se adapta tan bien a las diferentes formas de
vida. La forma y el sentido que cada uno da a su práctica es cosa de cada cual
y debe ser siempre respetado.
- Es aburrido. Ciertamente, uno
no practica yoga para divertirse, aunque puede ser una práctica muy dinámica, enriquecedora
y divertida. El yoga es tan antiguo y tan amplio que nunca faltan nuevas
técnicas, visiones y revisiones sobre lo más tradicional, incorporaciones
nuevas, experimentación… De ahí la enorme diversidad de escuelas de yoga que
existe actualmente. Pero, cuidado, hay que saber elegir la que más nos convenga
y ponerse siempre en manos de profesionales de confianza.
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No tengo tiempo. La forma como
cada uno organiza su tiempo es cosa de cada cual; sin embargo, hay que
reconocer la importancia de dedicarse un tiempo
para uno mismo. A menudo nuestro ritmo de vida nos demanda estar demasiado
“hacia fuera” y perdemos fácilmente el equilibrio interno. Las consecuencias de
esto son el conocido estrés y todas las enfermedades asociadas a él, que son
muchísimas. A lo mejor podemos cambiar alguna actividad estresante o poco
enriquecedora por un espacio de auto-dedicación, experimentación y aprendizaje.
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Me puedo hacer daño. Afortunadamente,
en nuestro país encontramos muchos profesores acreditados y con experiencia que
pueden asegurar una práctica saludable y
sin riesgo. Es importante informar al profesor si se padece alguna
enfermedad, problemas de espalda, hipertensión o hipotensión, etc., o si se
tiene alguna duda en el momento en que ésta surja. Si seguimos las indicaciones
del profesor aprenderemos a conocer nuestros propios límites y hacer de nuestra
práctica una actividad perfectamente segura y placentera.
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