clases de yoga

jueves, 6 de septiembre de 2012

Mitos sobre la práctica del Yoga


Estos son algunos de los mitos que rodean la práctica del yoga. ¡No hay que dejarse engañar por ellos!

-         Hay que tener mucha flexibilidad. Es un mito muy común que el yoga requiere flexibilidad. Este mito se basa en una idea equivocada de lo que es el yoga: El yoga no es una gimnasia; aunque su práctica incluya ejercicios de tonificación y estiramiento, se trata de una disciplina mucho más global, que actúa a nivel energético, fisiológico y mental. La flexibilidad que uno posea de partida, en general de acuerdo con la edad, los hábitos y una cierta predisposición innata, no marca ninguna diferencia en el trabajo real del yoga. En el yoga tratamos con los propios límites a través de la consciencia corporal. Nunca se fuerza el cuerpo y lo menos importante es “lograr” o “alcanzar” una determinada postura o realizar los ejercicios con una precisión matemática. Lo que sí es cierto es que la práctica regular nos ayuda a desbloquear el cuerpo desde el interior, a eliminar tensiones y a aumentar tanto nuestro tono como nuestra flexibilidad, además de otros beneficios como reducir el estrés, calmar la mente o favorecer un estado de ánimo positivo.
-         Soy demasiado mayor. El yoga se adapta a las características de cada uno, ya que se trabaja de forma muy suave y progresiva. Cada cual se escucha y conoce hasta dónde puede llegar en cada momento. Nunca es tarde para aumentar nuestra consciencia corporal y favorecer la salud general del cuerpo. Además, muchas de las prácticas tradicionales del yoga están destinadas a “mantenerse joven”, y eso sucede tanto por dentro como por fuera.
-         Es sectario. Afortunadamente esta etiqueta está en vías de desaparecer gracias a que el yoga se ha hecho muy popular. El yoga no es sectario, ni religioso, ni requiere de ningún compromiso ideológico o político. En India, su lugar de origen, lo practican personas de los más diversos credos como parte de su higiene física y mental, no pertenece a ningún grupo étnico o religioso en concreto, sino que es una práctica universal. Es por ello que ha tenido tanto éxito en Occidente y que se adapta tan bien a las diferentes formas de vida. La forma y el sentido que cada uno da a su práctica es cosa de cada cual y debe ser siempre respetado.
- Es aburrido. Ciertamente, uno no practica yoga para divertirse, aunque puede ser una práctica muy dinámica, enriquecedora y divertida. El yoga es tan antiguo y tan amplio que nunca faltan nuevas técnicas, visiones y revisiones sobre lo más tradicional, incorporaciones nuevas, experimentación… De ahí la enorme diversidad de escuelas de yoga que existe actualmente. Pero, cuidado, hay que saber elegir la que más nos convenga y ponerse siempre en manos de profesionales de confianza.
-         No tengo tiempo. La forma como cada uno organiza su tiempo es cosa de cada cual; sin embargo, hay que reconocer la importancia de dedicarse un tiempo para uno mismo. A menudo nuestro ritmo de vida nos demanda estar demasiado “hacia fuera” y perdemos fácilmente el equilibrio interno. Las consecuencias de esto son el conocido estrés y todas las enfermedades asociadas a él, que son muchísimas. A lo mejor podemos cambiar alguna actividad estresante o poco enriquecedora por un espacio de auto-dedicación, experimentación y aprendizaje.
-         Me puedo hacer daño. Afortunadamente, en nuestro país encontramos muchos profesores acreditados y con experiencia que pueden asegurar una práctica saludable y sin riesgo. Es importante informar al profesor si se padece alguna enfermedad, problemas de espalda, hipertensión o hipotensión, etc., o si se tiene alguna duda en el momento en que ésta surja. Si seguimos las indicaciones del profesor aprenderemos a conocer nuestros propios límites y hacer de nuestra práctica una actividad perfectamente segura y placentera.

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